Son las 23,38 y estoy parada en la cocina, en patas, bajoneando un pancho con mayonesa y mostaza, y rascando las migas sabor a queso del fondo de un paquete de chizitos. ¿Bajón nocturno? No, ¡la cena! Es que llegó MI hora.
Llamo así a ese momento del día en que mi hija se durmió (y con suerte, hasta mi novio). Puede darse a la 1 de la mañana o si sucede un milagro de Navidad, tipo 22. Esas ocasiones son regalos que me manda Papa Noel, el ratón Perez o un ángel, todavía no lo sé. Si logro que se duerma temprano, salto, bailo y canto (en silencio, por miedo a que se despierte y se rompa el hechizo).
Sueño todo el día con este rato en el que no sé ni por dónde comenzar a disfrutar: ¿me baño sola sin menores del otro lado de la cortina; me pinto las uñas; miro una serie sin el “mami mirá esto” de fondo; tengo sexo; me paso la lima eléctrica por los pies, qué hago? Dormir jamás es una opción y mis ojeras lo demuestran, pero es que, desde que fui madre, no puedo perder tiempo cerrando los ojos salvo que me concedan el deseo y los días pasen de 24 a 32 horas. Eso, con 8 horitas más te llego bien, ahora, con este esquema horario siempre siento que me chorearon una porción de día.
No soy para nada pretenciosa ni mucho menos exigente. Hay mujeres que necesitan tener todo bajo control, el cuadrinomio: casa, marido, hijos y trabajo te puede producir desde canas hasta una úlcera, no hay escalas. Si pretendés ocuparte ¡de todo! preparate para envejecer. Si sos más relajada, con el tiempo imagino que recordarás estos años con una sonrisa: corriste pero valió la pena (o no, qué se yo). Hay madres que incluso, dicen que extrañan la infancia de sus hijos porque ahora se convirtieron en adolescentes a los que deben sobornar para que les den un beso. “Una luca me salió un beso espontáneo de mi hijo”, me comentó una amiga hace unos días, después de que su hijo la bese y le agradezca la entrada a un recital.
Bueno pero vuelvo al tema, acá, lo groso de afrontar con el cuerpo entero, son los primeros años. No digo que a los 6 o 7 el tema se termina, porque arranca el colegio, la tarea y más adelante las negociaciones por las salidas, las materias, las previas. Pero estimo (imagino, en realidad) que se trata más de una batalla tipo T.E.G, de estrategias y largas horas de razonamiento para ganar la batalla, todo muy mental. Los primeros 5 años uno pone el cuerpo, literal.
Desde el día 1 de embarazo, cuando tu cuerpo se transforma en el PH del pibito, cada vez que le das de comer, te agachás para que de los primeros pasos, lo perseguís con la cuchara para que coma, te encorvás nivel oruga para bañarlo, caminás 53 cuadras con 15 kilos estrategicamente acomodados sobre tu flotador (para eso sirven esos kilitos de más que te guardaste alrededor de la cintura) porque no quiere caminar más. Si eso no es ponerle el cuerpo hermano, yo ya no sé lo que es.
Sé que no soy la única que corre y le pone el cuerpo, contame qué cosas cambiaron en tu vida luego de convertirte en madre (o padre).